Números

El mes de diciembre es pródigo en números. Se ajustan cifras y cierran balances. Por Navidad, los días adquieren condición de nombres/números propios: ¿Dónde cenas el 24? ¿Con quién celebras el 25? ¿Qué plan tienes para el 31? Súmense los guarismos del sorteo de lotería navideño, en el que, además, confluyen hasta los dígitos tintados políticamente por esas habituales manías con que suelen tentar a la suerte algunos jugadores: el 155, el 1978, el 1714…

Ciertos métodos políticos presentan abundancia de falsos números y palabras falsas. Una democracia sin fundamento moral torna en demagogia que es el umbral del totalitarismo. Arthur Koestler en El cero y el infinito desgrana dos modos de hacer política: uno, en el que el individuo es simplemente un cero frente a una cantidad infinita, representada por un fin colectivo que justifica todos los medios y exige que el individuo se sacrifique por la colectividad. El otro, más humanista, declara que el individuo es sagrado y posee un destino libre y personal. Koestler sostiene que las reglas de la aritmética no pueden ser aplicadas a los hombres. A la concepción deshumanizadora que reduce la persona a un número y dentro de los números al cero, se refiere Gheorghiu C. Virgil en La Hora 25 cuando pone en boca del oficial soviético que interroga a Koruga que la política procede según los métodos de las ciencias matemáticas y de la física, es decir, según los métodos de mayor exactitud. Nos hallamos en plena era de la ciencia exacta y de la matemática y no podemos retroceder por motivos de orden sentimental.

El peligro actual es el retorno de aquellas concepciones ideológicas totalitarias que establecieron de manera insidiosa y desviada, pero no por eso menos eficaz, sociedades plenamente colectivizadas en las que el hombre era un simple número, un dato ante jerarcas políticos y planificadores económicos que fijaban de antemano las maneras de sobrevivir y de morir. Pero otro riesgo para la humanidad podría radicar en el excesivo materialismo y el insistente hedonismo que la presente hegemonía tecnológica está inyectando en nuestra civilización. Porque también resulta inhumano anular al hombre desmontándolo en piezas y considerándolo como fracción de una categoría. Dejándolo anestesiado y sin sentido. Vienen días para vivirlos atentamente con los cinco sentidos y ser plenamente responsable. En Navidad nadie puede desentenderse del prójimo. Nadie puede comportarse egoístamente preocupándose por sí mismo y procurándose su propio bienestar y su satisfacción personal. Hay que gozar viviendo el sentido de la Navidad, recordando el hecho histórico del nacimiento en Belén del Salvador y celebrando el símbolo de la renovación que Jesucristo trae a la tierra con un mensaje: Paz en la tierra a los hombres de buena voluntad.

La transformación del mundo siempre se logra con una bienhechora cooperación de los hombres, con un sentido y entrañable humanismo integral. El matemático Kronecker solía decir que los números enteros son obra de Dios, el resto es obra de los hombres. Feliz Navidad.

Artículo publicado por Raúl Mayoral Benito en el diario digital El Imparcial el 17 de diciembre de 2017. https://www.elimparcial.es/noticia/184773/nmeros.html

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