Incompetencia y bancarrota

La anécdota transcurre en la Alemania ocupada por los aliados tras la II Guerra Mundial. En algún punto donde coinciden las zonas de ocupación de la URSS y los EE.UU, discuten sobre democracia soldados de ambos ejércitos. El norteamericano da su definición: “Nuestra democracia significa que yo puedo gritar frente a la Casa Blanca: Truman no es un buen presidente. Quiero un presidente mejor que Truman. Y no me ocurre nada”. El soviético replica: “También nosotros tenemos democracia. Yo puedo gritar frente al Kremlin: Truman no es un buen presidente. Quiero un presidente mejor que Truman. Y no me ocurre nada”.

En una democracia el gran desafío para los gobernantes es lograr que hasta su altura llegue el pensamiento y la opinión de los gobernados. Y es tarea ardua salvaguardar un orden de participación de los ciudadanos en la esfera pública que actúe como contrapeso a las instituciones estatales. El objetivo último sería que la acción política, fundada en principios morales, redunde en beneficio del pueblo. La política no es mera gestión de poder, necesita de una dimensión moral, pues sin ella aflora el partidismo y la demagogia. Y eso no es gobernar. Lo decía Antonio MauraSe puede estar en el Gobierno pero no gobernar. Porque gobernar, lo que se dice gobernar, consiste en una tarea extremadamente difícil: estar al servicio de todo un pueblo. Así es la política grande, la de la conveniencia pública.

Empachados de relativismo y borrachos de ideología, hemos olvidado qué son la política grande y la conveniencia pública, convirtiéndonos en una nación ¿paradójica o cínica? Defendemos la vida combatiendo la pandemia al mismo tiempo que nuestra clase política tramita la legalización de la eutanasia. Denunciamos toda forma de violencia y de acciones fuera de la ley mientras que un detestable tinglado político permite a minorías partidarias del terrorismo y del golpismo condicionar nuestra convivencia y prosperidad. Y ante la mayor crisis económica de nuestra historia contemporánea, el Gobierno, en vez de mirar al futuro, se distrae infantilmente revolviendo el pasado; en vez de aplicar remedios se ofusca persiguiendo venganza. ¿Estamos locos o somos amorales? Cada día nos parecemos más a aquella nefasta República alemana de Weimar que, entre una política incompetente y una economía en bancarrota, sucumbió, ayuna de liderazgo moral, a manos de un charlatán de cervecería con camisa parda. También aquél quería ganar una guerra perdida años antes.

Ante políticos de moral raquítica que, aferrados al poder y a la patrimonialización del cargo, no vacilan en contradecirse, en faltar a su palabra o renegar de sus actos, ante fabricantes de buenas palabras y eslóganes atractivos con que disimular la falta de sentido de Estado, ante pésimos gestores ocupados únicamente en escenificar como actores dando empaque a su propio yo inoculando su fanático sectarismo, resulta más necesario que nunca defender la democracia haciéndola invulnerable a toda suerte de fraudes y abusos. Y si algún ciudadano grita pidiendo un presidente mejor, que no le ocurra nada.

Artículo publicado por Raúl Mayoral Benito en el diario digital El Imparcial el 20 de septiembre de 2020. https://www.elimparcial.es/noticia/216940/incompetencia-y-bancarrota.html

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