La auctoritas del maestro

Prestos los partidos políticos a elaborar sus programas electorales y abordar la pugna que se aproxima convendría que sus dirigentes reflexionaran sobre la necesidad de cambiar el rumbo que llevamos. Que la educación en España no va bien es una de las cuestiones de mayor conformidad entre la ciudadanía. Muchos años llevamos polemizando sobre un sistema educativo manifiestamente mejorable. Enseñanza concertada sí o no; religión en las aulas sí o no; castellano sí o no; por no hablar de la distribución de competencias entre el Estado y las Comunidades Autónomas o el derecho de los padres a la educación de sus hijos.

Últimamente, la polémica siempre ha estado viciada por una inquietante ideología en combinación con un término talismán: la empleabilidad, más propio de la mercadotecnia que de la academia. Pero muy pocos han reparado en el maestro, la clave del arco educativo, que, a diario, postergado, desarmado de autoridad y arrebatado de reconocimiento y prestigio, vive presionado entre el corsé ideológico y el apremio mercantilista. Nada hay más dañino para las aulas que la ideología. Advierte el sociólogo Pierre Bourdieu que la escuela no puede ser una reproducción de las creencias de la clase que ostenta el poder porque entonces se convierte en un foco de filias y de fobias. Y lo que es más grave, vulnera el derecho de los padres a dar a sus hijos una educación acorde con sus creencias.

Los ingenieros ideológicos diseñan perfiles sobre la juventud que circulan como mercancía de contrabando: Los adolescentes y jóvenes desean con impaciencia protagonizar sus roles de género, no de sexo. La castidad es un hábito medieval. La mujer engendra vida, pero en sus primeros estadios es algo humanizado, no humano; por ello, la interrupción del proceso del nasciturus es un derecho. Los padres no deben torturar a sus hijos dando órdenes. Los profesores no pueden humillar a los alumnos imponiendo aprendizajes y, mucho menos, calificaciones discriminatorias en contra de una sociedad igualitaria. Hay quienes incluso exigen, en fervoroso afán de irracionalidad, la supresión del profesor y su sustitución por un animador turístico.

El reciente Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades, Nuccio Ordine, escribe en una de sus obras “Clásicos para la vida”, que la rapidez de las mutaciones económicas es tanta que no es posible adaptar con la misma celeridad los currículos escolares, que la formación requiere plazos largos y más que reformas genéricas es preciso asegurar una buena selección de los docentes. Los jóvenes reclaman profesores que vivan con pasión y con verdadero interés la disciplina que imparten. El amor por la literatura o la filosofía, por la historia o las matemáticas, es inseparable de un profesor o una profesora en concreto. Una pedagogía rutinaria acaba por matar cualquier forma de interés.

George Steiner nos recuerda que una enseñanza de mala calidad es, casi literalmente, un asesinato. Bastantes asesinatos ocurren ya en el seno materno. Para evitar los que ocurren en el aula reconozcamos la figura del maestro y su autoridad.

Artículo publicado por Raúl Mayoral Benito en el diario digital El Imparcial el 7 de mayo de 2023. https://www.elimparcial.es/noticia/253940/opinion/la-auctoritas-del-maestro.html

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