23 de febrero. San Policarpo de Esmirna (70-155)

Discípulo de San Juan Evangelista, por ello Policarpo (nombre griego que significa «fruto abundante») fue muy venerado y reconocido como el «padre de los cristianos», incluso entre los que no lo eran.

Fue un gran obispo de Esmirna. Ya octogenario, emprendió un viaje a Roma para consultar al Papa Aniceto cuestiones de liturgia. A su regreso, se enfrentó a la persecución. Cuenta San Eusebio que tres días antes de que le prendieran tuvo una visión en la que su almohada era consumida por el fuego. San Policarpo anuncia entonces: «Me quemarán vivo». Siglos más tarde, en recuerdo de esta almohada, el santo será invocado contra el dolor de oídos.

Descubierto en su escondite, no lejos de la ciudad, fue conducido a Esmirna y allí las autoridades le pidieron que blasfemara y maldijera a Cristo (¡qué petición más cansina!). Ante su negativa se le ató a un palo rodeado de leña en medio de un estadio al que había acudido la multitud para ver cómo moría un obispo de aquella secta. Al encender la hoguera, las llamas sin tocarle, le rodearon y hubo que darle muerte con una espada.

Fuente: La casa de los Santos. Un Santo para cada día. Carlos Pujol.

Libercast, el espacio donde librar la batalla cultural

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *