En su obra Introducción a la filosofía política. Democracia y revolución, Raymond Aron analiza las características de las llamadas democracias populares, aquella semántica de fabricación soviética, neutralizada con pensamiento, precisamente, popular como es el sabio refranero castellano: “dime de qué presumes y te diré de qué careces”. La idea central de aquellas imposturas del otro lado del telón de acero era la noción de que un partido, y solo uno, tiene el derecho de existir, fenómeno que comporta el monopolio ideológico por ese partido, así como la eliminación de los partidos rivales, en tanto que pretendan sustituir al que ocupe el poder. Ligado al principio de partido único, existe un segundo elemento propio de las democracias populares: el sistema de propaganda para el uso de las masas, propaganda, que está efectivamente a favor del régimen establecido. El tercer rasgo es la reconstitución de un orden social, de una jerarquía por razón de la función, del cargo y no de la persona.
Desde el advenimiento de la democracia en España, la trayectoria política del PSOE se ha visto salpicada por asombrosas ilegalidades de muchos de sus dirigentes. Las fechorías mas escandalosas perpetradas por socialistas han sido los denominados como casos Flick, (financiación ilegal), Filesa, Malesa y Time-Export (más financiación ilegal), GAL (terrorismo de Estado), ERE (corrupción) y, el rabiosamente actual, caso Koldo. Estos modos de proceder revelan que cada cierto tiempo el socialismo español sale de excursión por los Cerros de Ubeda. Se echa al monte (la cabra siempre tira para allá), y pone el caserón patrio patas arriba, levantando una polvareda de indignación al emplear métodos más expeditivos, e incluso, delictivos que democráticos.
Con Sánchez al frente del PSOE y también del Gobierno de España y con la última tropelía cometida por el socialismo se está evidenciando la concurrencia en la política nacional de los tres rasgos propios de aquellas democracias populares, según las describió Aron: El primero: solo un partido, el socialista, tiene derecho a existir, en su imprescindible doble tarea de zorro que guarda el corral ante el peligro de la extrema derecha, y de transmisor de un odio cainita contagiado a sus votantes, inducidos a soportar su propio perjuicio antes que permitir un Gobierno de la derecha. El segundo: medios de comunicación que escriben al dictado del aspirante a partido único, vertiendo propaganda y manipulando la información. El tercero: maquillar con lustre jerárquico a tipos como Abalos, Cerdán, Koldo o el mismísimo Sánchez, quienes fuera de la política carecerían de toda jerarquía.
Fuente gráfica: Mundiario. RR.SS. / F.R.
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