Son los dos soldados mártires de Calahorra. No es seguro de que nacieran allí. Tampoco de que fueran hermanos. Pero se sabe que militaban en la Legión VII Gemina Pía Félix, acampada cerca de la actual León, y que a causa de su fe, fueron degollados en el antiguo arenal que bañaba el río Cidacos.
Antes de su muerte, permanecieron largo tiempo en prisión, pero ni la cárcel ni las amenazas, ni siquiera las torturas menguaron su marcialidad en la creencia en Dios. «Ya es tiempo de dar a Dios lo que pertenece a Dios», decían, y según las actas, agregaron con lenguaje belicoso: «Que nuestra vibrante confesión de fe hiera como una jabalina al enemigo allí donde se encuentre». Usando la fe como metáfora militar, resulta curioso que «como una jabalina», es traducción libre de missilibus, es decir, al modo de un arma arrojadiza. Hoy empleamos la palabra misil para designar armas arrojadizas mucho más devastadoras que una jabalina.
Aunque las autoridades de la época prohibieron con graves penas que la historia de Emeterio y Celedonio se pusiera por escrito, sus nombres nos han llegado en voz de San Isidoro, San Eulogio y sobre todo, en los himnos de su paisano, el poeta Prudencio. Cuentan que al morir, se vio subir por el aire, derechos al Cielo, el anillo de San Emeterio y el pañuelo de San Celedonio, símbolos visibles de su gloria. Su culto se extendió por el norte de España y por el Mediodía francés. Son patronos de Calahorra, en cuya catedral se conservan sus reliquias.
Fuente. La casa de los Santos. Un Santo para cada día. Carlos Pujol
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