Aún después de hacerse protestantes, los suecos siguen viendo en ella un prototipo nacional de mujer resuelta y animosa, de fuerte personalidad y atraída por el imán espiritual de Roma. Hija de Santa Brígida (23 de julio), Catalina contrae matrimonio con el piadoso conde Edgard Lydersson, haciendo voto de castidad. En 1350, se trasladó a Roma para ayudar a su madre, ocupada en conseguir que los pontífices aprobaran la orden del Santísimo Salvador.
Vivió un cuarto de siglo en la Ciudad Eterna entre grandes austeridades, cuidando a pobres y a enfermos. Tras enviudar, a la muerte de Brígida, volvió a su patria, fue abadesa del monasterio de Vadstena, en la orilla derecha del lago Vättern. Todavía. en 1375, efectuaría de nuevo un largo viaje hasta Roma para activar la aprobación de la orden y promover la canonización de su madre.
Murió en Vadstena como espejo de virtudes, y según la tradición, se vio surgir en el cielo una estrella desconocida que permaneció en el aire sobre el monasterio hasta que llevaron a enterrar a la santa, para luego desaparecer cuando su fatigada humanidad andariega volvió al polvo.
Fuente: La casa de los Santos. Un Santo para cada día. Carlos Pujol.