Nueve meses antes de la Navidad se conmemora la visita del arcángel Gabriel a una virgen de Nazaret llamada María, según cuenta San Lucas, el evangelista, a quien Nuestra Madre y Señora debió de contar tan singular episodio. Ella está en su casa y un enviado de Dios se hace visible como luz radiante en forma de muchacho celeste y le manifiesta un mensaje. De él dirá el insigne escritor José María Pemán que fue el primer cuerpo diplomático de la Historia.
El mensajero la saluda y habla de sucesos futuros: «Concebirás y darás a luz a un Hijo a quien pondrás por nombre Jesús. Será grande y se llamará Hijo del Altísimo». Ella objeta: «No conozco varón». El ángel explica: «Nada hay imposible para Dios», recordándole que la esterilidad de su prima Isabel no le ha impedido concebir. Pero lo cierto, más que afirmar, el mensajero pregunta. Dios no quiere ser hombre sin que su madre humana acepte libremente la maternidad.
Dios haciéndose hombre en un lugar de Galilea es un irrepetible prodigio trascendental que depende de la respuesta de María: «He aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra», es la contestación. Y el Verbo se hizo carne con aquél sencillo asentimiento.
Fuente: La casa de los santos. Un Santo para cada día. Carlos Pujol.
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