18 de junio. Santa Isabel de Schönau (1129-1165)

Isabel ingresó en la primera mitad del siglo XII en el monasterio de benedictinas de Schönau, en la Renania-Palatinado, no lejos de la orilla izquierda del Rhin y de la ciudad de Fráncfort. En 1157 fue superiora de la comunidad y murió ocho años después. La vida de esta monja no parece haber tenido gran relieve. Sin embargo, hay muchas cosas en su vida interior que nos resultan conocidas gracias a cuatro libros que compuso y que completó su hermano Egberto. Libros extraños, hechos de visiones, de éxtasis místicos, de momentos indecibles que apenas pueden trasladarse a palabras.

Santa Isabel en realidad no fue canonizada formalmente, pero enseguida se le tributó un culto que la Iglesia no ha desautorizado nunca. En su obra narra los espantosos años de prueba que padeció, con aridez espiritual, hastío y fortísimas tentaciones de dudas sobre la fe, hasta el punto de creerse abandonada por Dios. La prueba termina con la aparición de la Virgen.

Entre sus escritos hay una escena inolvidable en la que se ve el Infierno, y cómo los ángeles acumulan en un platillo de la balanza las buenas obras, mientras el demonio pone en el otro los pecados, que pesan mucho más. Hasta que la justicia divina manifiesta el desbordamiento irresistible de la misericordia: el ángel añade a los méritos humanos una Hostia, y el platillo se vence por su lado como si lo empujara un peso infinito.

Fuente: La casa de los Santos. Un Santo para cada día. Carlos Pujol

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