Fue la primera flor de santidad en la América del Sur. Aunque de padres españoles, Isabel de Flores y de Oliva era limeña, nacida en el virreinato de Perú. Su familia no está en buena posición y ella contribuía al sostenimiento de la casa haciendo de jardinera y bordadora. Se negó a casarse y a los veinte años ingresa en la orden tercera de Santo Domingo. Sin dejar de trabajar, se entregó a una vida dura de penitencias.
Su modelo fue la dominica Santa Catalina de Siena, por eso se retiraba a una especie de eremitorio que se había hecho en el jardín de sus padres. Sus experiencias místicas despertaron el recelo de las autoridades eclesiásticas. Se le atribuían prodigios que nimbaban su figura de un halo de irrealidad, pero ella seguía haciendo lo más sencillo y normal: cuidaba a pobres y enfermos, sobre todo indios y esclavos, y seguía ejerciendo de jardinera.
Era una joven que nunca dejo de serlo, murió a los treinta y un años muy hermosa sin que sus mortificaciones se traslucieran en absoluto, alegre y activísima. Santa Rosa de Lima fue canonizada en 1671 y es Patrona de América del Sur. Su arquetipo no es el dulzón que tantas imágenes suyas nos muestran coronada de flores y con una belleza cérea, casi de otro mundo. Sino más bien morena por el sol y con fuertes y arañadas manos de jardinera.
Fuente: La casa de los Santos. Un Santo para cada día. Carlos Pujol.