Nacido en Fermo, cerca del Adriático, en la marca de Ancona, Nicolás recibió este nombre por la devoción que sus padres tenían a San Nicolás de Bari. Perteneció a la orden de San Agustín, y residió la mayor parte de su vida en el convento de Tolentino, cerca de su lugar de nacimiento.
Santo muy popular por su fama de milagrero «santo de los milagros», le llama Lope de Vega en una de sus comedias. También es conocido como abogado de las almas del Purgatorio y protector de la Iglesia. Hombre de grandes mortificaciones, ayunaba de forma casi perenne, predicador ilustre, contemplativo y objeto de insólitas manifestaciones de la predilección de Dios: se dice que una estrella nunca vista iluminaba de cielo de Tolentino anunciando su futura gloria, y que seis meses antes de morir, todas las noches, a la hora de maitines, le daban música los ángeles con lo cual él entendió que se acercaba su muerte.
Durante el proceso de canonización, aquellos a quienes San Nicolás había confesado, declararon que que era un confesor muy misericordioso, se reservaba la severidad y los malos tratos para sí mismo, pero con sus penitentes era todo benvolencia. Imponía penitencias muy leves, ya que él se ofrecía a reparar los pecados de los demás disciplinándose y ayunando por ellos.
Fuente: La casa de los Santos. Un Santo para cada día. Carlos Pujol.