Patrona de París, esta pastorcilla de Nanterre y de vida consagrada a Dios, fue capaz de proteger a la capital gala de los hunos saliendo al paso de Atila.
Aún después de su muerte, sigue defendiendo a la ciudad de pestes y guerras. Sus dos Iglesias levantadas en su nombre fueron destruidas por la Revolución Francesa. ¡Qué agradecidos los revolucionarios parisinos!
Péguy, su gran devoto, reconoció el valor de la voz de la santa: “no hablarás más que tú cuando todo se calle, y Dios nunca ha quitado la palabra a sus santos”.
Fuente: La casa de los Santos. Un Santo para cada día. Carlos Pujol.