Nacido en Becchi, cerca de Turín, el que sería conocido como Don Bosco, y más tarde San Juan Bosco, tuvo una juventud difícil a causa de la prematura muerte de sus padres. Tuvo que trabajar duramente en el campo, estudiando de noche; luego fue camarero en un café, zapatero, carpintero, herrero… Y los domingos actuaba como acróbata e ilusionista para atraer a los niños y hablarles de Dios.
Este cura piamontés se desesperaba al ver en los barrios pobres de Turín enjambres de muchachos sin hogar que en los peores ambientes eran empujados al vicio y a la delincuencia. Puso remedio a ello fundando una congregación de sacerdotes, «los salesianos», en homenaje a su admirado San Francisco de Sales (24 de enero); posteriormente, crea para la juventud femenina, las Hermanas de María Auxiliadora.
San Juan Bosco proporcionaba alojamiento a los muchachos, les enseñaba oficios en sus talleres, corregía a los desviados…, siempre con la norma de no castigar a nadie y de convencer y atraer con bondad y simpatía. Las escuelas salesianas se multiplicaron, hubo hospitales y hasta misiones. La magna obra de Don Bosco se extendió por el orbe a impulsos de una fe en Dios que no tenía parangón. Un santo esperanzado, alegre y trabajador comenzó desde cero hasta el infinito. Hoy es patrón de las escuelas de artes y oficios, del ilusionismo y hasta del cine.
Fuente: La casa de los Santos. Un Santo para cada día. Carlos Pujol