6 de febrero. San Pablo Miki y sus compañeros (1597)

El santoral hace un homenaje a una pequeña muestra de la Iglesia del Japón que treinta años después de San Francisco Javier contaba con más de ciento cincuenta mil fieles. Veintiséis mártires a quienes se recuerda hoy en la colina del mismo nombre, donde murieron todos a lanzadas, entonando himnos y sobre la que se levantaron veintiséis cruces.

Seis franciscanos, entre ellos, cuatro españoles, tres jesuitas japoneses, uno de ellos Pablo Miki, hijo de un capitán del ejército imperial, y diecisiete seglares, también japoneses, entre los que se encontraban dos niños, de once y trece años. Una herencia doble de la raza y con el elemento común del martirio.

Todas las causas fueron una minucia. El shogún Hydeyoshi decretó las muerte de todos en la ciudad de Makeo. Marcados afrentosamente para el sacrificio con la mitad de la oreja izquierda cortada, fueron conducidos en carreta a Nagasaki, el lugar de ejecución.

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