Patrón de los posaderos, San Julián, también apodado el Pobre, es un caballero que, según la Leyenda Dorada, estando un día de cacería, un cervatillo acosado le vaticinó que con su espada daría muerte a sus padres. Para evitar ese posible suceso huyó de los suyos, entró al servicio de un rey y, éste, como premio de sus hazañas le regaló un castillo tras haberse casado con una noble viuda.
Al castillo llegan un día los desconsolados padres en busca del hijo perdido. La mujer de Julián adivina quiénes eran y para agasajarles les cede su propia alcoba provocando un trágico error: Julián engañado por las apariencias, cree sorprender a la esposa en adulterio flagrante y con sus espada atraviesa a los dos ocupantes del lecho.
Ante el horror de su acción y para hacer penitencia, Julián se retira con su fiel esposa a orillas de un río de aguas bravas y peligrosas, donde construye una hospedería y hace también de barquero para socorrer por amor de Dios a los peregrinos sin amparo. Años después, Julian presta ayuda a un caído leproso que se hallaba al borde la muerte, el cual se levanta resplandeciente de luz y hermosura para anunciarle que Dios le ha perdonado. Con su virtud caritativa, San Julián lavó cristianamente su culpa.
Fuente: La casa de los Santos. Un Santo para cada día. Carlos Pujol.
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