Dos hermanos varones, naturales de la región lombarda de Brescia, que una vez ordenados de sacerdote (Faustino) y de diácono (Jovita), se dedicaron a predicar la fe cristiana logrando numerosas conversiones.
Al principio de las persecuciones, hubo más halagos y promesas que amenazas. Si daban culto a los dioses del Imperio, ambos hermanos gozarían de fortuna y altos cargos. Con ese fin, fueron llevados al Templo del Sol, espacio grandioso que mostraba la riqueza saturada de oro y piedras preciosas ofrecida a aquél dios al que ellos debían adorar. Pero Faustino y Jovita se arrodillaron para rezar al único Dios vivo y al instante, todo se cubrió de hollín. Cuando los servidores del templo se disponían a limpiar la estatua endiosada, se les deshizo en las manos hasta quedar reducida a cenizas.
Acusados de sacrilegio, los dos cristianos fueron entregados al verdugo y degollados junto a una puerta de Brescia que da al camino de Cremona.
Fuente. La casa de los Santos. Un Santo para cada día. Carlos Pujol.