Españoles de la sociedad de la nieve

De aprobarse y aplicarse la ley de amnistía, se habrá perpetrado en España un verdadero golpe de Estado contra el régimen de Monarquía parlamentaria, a la que le restarán las últimas estaciones para apearse del viaje iniciado en 1978. Ante semejante disparate inconstitucional, políticos, jueces, periodistas, empresarios, intelectuales y la opinión pública, en general, sostienen esperanzados que al final Europa, la Unión Europea, pondrá fin a esta locura promovida a la limón entre Sánchez y Puigdemont. Confían en que el contubernio de leguleyos, que es la amnistía, choca frontalmente contra la letra y el espíritu del Tratado de la Unión Europea. Y tal vez sea así. Pero como les sucedió a aquellos desesperados, pero heroicos supervivientes del avión estrellado en la Cordillera de los Andes, no esperemos los españoles que venga Europa ni el resto del mundo a rescatarnos del marasmo en el que nos metimos hace cuarenta años y preparémonos para salir por nosotros mismos de este patrio valle de las lágrimas.

La mayor parte de las Cancillerías europeas se frotan las manos presenciando el espectáculo de división que estamos ofreciendo en los últimos meses. Su inquina empezó doscientos años atrás, con la Ilustración francesa. Aquella corte de enciclopedistas, librepensadores, intelectuales, es decir, masones, miraban a la católica España como la pieza a batir. Tanto por ser España como por ser católica. Su codicia era un dos por uno. Europa siguió y sigue sin mirarnos con buenos ojos. Tropezábamos y nos levantábamos. Guerreábamos entre nosotros y terminábamos por hacer las paces. Y de nuevo unidos éramos más fuertes. A Europa no le resultaba grato. Particularmente, Alemania y Francia se asustaron temblorosamente cuando en la segunda mitad del siglo XX ingresamos en el selecto club de las diez potencias mundiales. Aquello ya era demasiado y decidieron venir a por nosotros. Entre la CIA y compañía nos regalaron un caramelo envenenado: El régimen del 78 con la toxicidad del Estado autonómico. Y el veneno ha terminado por hacer efecto.

Actualmente, se libra una batalla a nivel geopolítico para acabar con los llamados Estados-nación. España aún lo es, aunque por poco tiempo. Impulsado por las élites financieras de origen anglosajón, el globalismo oficial ha diseñado una estrategia contra nuestra nación consistente en debilitarnos internamente con la vieja fórmula del “divide y vencerás”. España resulta hoy un obstáculo para la agenda globalista que está en marcha: una gobernanza mundial con un solo Estado mundial, una ciudadanía mundial con una única lengua, un único mercado con una sola moneda, y, ojo, una sola ética que se imponga universalmente mediante la subversión de valores cristianos, mejor dicho, católicos, y su sustitución por principios contrarios a la fe católica y, sobre todo, al concepto de familia tradicional. El nuevo Evangelio será la Agenda 2030, amalgama de ocurrencias de los teóricos de la Escuela de Frankfurt, de los libertinos del Mayo del 68 y, por supuesto, del Grado 33 del Gran Oriente de Francia: democracia, libertad, derechos humanos (aborto libre incluido), ideología de género, cambio climático… y no se descarta alguna que otra aberración de las de cintura para abajo. Todo ello constituye el pasaporte del género humano a la felicidad y a la paz perpetua en un renovado y tecnológico planeta Tierra, que será custodiado y vigilado por el arsenal de la OTAN.

Como son muchos los que están deseosos de vernos caer para no levantarnos más, no esperemos, por tanto, rescate ni ayuda del exterior. Como en la Ilustración francesa, la ofensiva es doble, contra España y contra Dios. Si no nos resignamos a sucumbir, forjemos una sociedad como aquella de la nieve. Con Rosario incluido.

Libercast: Ven a librar la batalla cultural

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