14 de abril. Santa Liduvina (1380-1433)

La más paciente de todo el santoral y con una biografía terrible que espeluzna, Liduvina (Lidvina, Lydvid o Lidia), era de Schiedam, cerca de La Haya. De padres pobres y con ocho hermanos. Hasta los quince años parece que gozó de una salud normal, pero a partir de un accidente en el que se rompió una costilla, se acumularon en su pobre cuerpo todas las desgracias imaginables: llagas, calenturas, huesos desencajados, fortísimas jaquecas, continuos vómitos de sangre, dolores por todo el cuerpo… un largo martirio sin tregua, inmovilizada en el lecho.

La que había sido una atractiva jovencita no era más que piel y huesos, la cara cenicienta y tumefacta por las lágrimas, en un quejido incesante sin que los médicos acertasen a aliviarla. Un sacerdote le indicó cual creía que era su misión, sufrir para completar la Pasión de Cristo, y desde entonces sus tormentos se transfiguraron espiritualmente.

El venerable Tomás de Kempis y otros de sus primeros biógrafos describen sus milagros, profecías y visiones, y ella misma decía que se olvidaba de su penoso estado cuando veía el rostro del ángel de la guarda, lo cual la hacía suponer cuál no sería la hermosura del rostro de Dios. Sus reliquias están en Santa Gúdula de Bruselas.

Fuente: La casa de los Santos. Un Santo para cada día. Carlos Pujol

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