3 de mayo. Santos Felipe y Santiago el Menor (siglo I)

Dos de los primeros seguidores del Señor se emparejan hoy en el calendario por una circunstancia histórica puramente fortuita, el traslado de las reliquias de ambos, Felipe y Santiago el Menor, en el siglo VI a la basílica de los Santos Apóstoles de Roma, donde todavía se veneran.

A pesar de su nombre griego, «el que ama los caballos», Felipe era un judío de Betsaida, galileo como Pedro y Andrés, a quien según el Evangelio bastó una sola palabra. «Sígueme», para que lo dejase todo y siguiera al Maestro. Apenas convertido en discípulo, lleva hasta Jesús a otros de los Doce, Bartolomé, y luego se le cita varias veces más en la multiplicación de los panes y en la Ultima Cena. Era fiel, sencillo y dócil, con buena voluntad, aunque no muy agudo, costándole penetrar en el sentido espiritual de lo que oye y ve. Se supone que predicó en Escitia y Frigia, y que murió en Hierápolis crucificado cabeza abajo, como San Pedro.

Santiago, hijo de Alfeo, llamado el Menor, quizá porque se incorporó más tarde al grupo apostólico, se le conocía por «el Justo», presidió de modo tan ejemplar la comunidad cristiana de Jerusalén, alma del primer concilio, que murió lapidado y a quien se atribuye una de las epístolas del Nuevo Testamento.

Lo que más le individualiza es ser primo hermano de Jesús, a quien debía parecerse mucho físicamente; en la Iglesia griega se le llama «el hermano de Dios», y de él dice un autor antiguo que «quien ve a este hombre es como si viera a Cristo, por la gran semejanza que existió entre ellos». Este es el privilegio de Santiago el Menor, ser el vivo retrato de una persona divina.

Fuente: La casa de los Santos. Un Santo para cada día. Carlos Pujol

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