Patrona de Lyon, y como Santa Zita, también de las criadas. En tiempos de Marco Aurelio, junto a otros hermanos lioneses, Blandina fue objeto de una redada. Se les acusaba de incesto y canibalismo. Soportaron muy dignamente los atropellos de la plebe: insultos, golpes, zarandeos, apedreo y cuanto suele complacer a una turba enfurecida contra gentes que considera odiosas. En el grupo, había una señora y Blandina era su esclava.
Fue torturada desde el amanecer hasta el ocaso. La bienaventurada mujer rejuvenecía en la confesión: «Soy cristiana y nada malo se hace entre nosotros». Conducidos a las fieras, para común espectáculo de la inhumanidad de los paganos, a Blandina la colgaron de un madero y quedó allí expuesta para pasto de las fieras, pero éstas incomprensiblemente la respetaron. La devolvieron a la prisión para otro combate. Los demás murieron entre tormentos.
Santa Blandina, la última de todos aquellos mártires, fue envuelta en una red y la pusieron delante de un toro salvaje que la corneó hasta matarla.
Fuente: La casa de los Santos. Un Santo para cada día. Carlos Pujol.