La Iglesia celebra en este día la fiesta de unos mártires que murieron en la hoguera por negarse al pecado nefando de la sodomía. Son las paradojas del mundo moderno, cuando en Europa se defiende la libertad y el honor de los sodomitas, en África queman vivos a quienes no quieren serlo.
El rey Mwanga había hecho concebir muchas esperanzas de cristianización en aquellas tierras tropicales rodeándose de cristianos; hasta que decidió que entre los privilegios de su majestad debía también figurar el de ver satisfecha su lujuria con los pajes de la corte. Hubo, como siempre, otras razones complementarias (económicas, por el mercado de esclavos, y políticas, una conjura a la que los cristianos no se unieron), pero la desobediencia a la voluntad del rey fue decisiva, para perseguir sañudamente a «todos los que rezan» según decía el edicto real.
Se decapitó a unos, otros murieron entre tormentos, y una veintena (entre ellos el jefe de la guardia real, Carlos Lwanga, de veinte años, y el paje Kizito, de trece) fueron quemados vivos en la colina de Namugongo el 3 de junio de 1886. Se les ofreció el perdón del rey si se comprometían a no rezar, y murieron ante oraciones y cánticos. Pablo VI los canonizó en 1964.
Fuente: La casa de los Santos. Un Santo para cada día. Carlos Pujol.
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