11 de julio. San Benito de Nursia (480-547)

Monje barbudo de hábito negro, con el rostro iluminado por una luz indecible, con ojos limpios y profundos, pendientes de una lejanía que está más allá de lo que podemos ver, y portando una pluma en la mano con la que escribe santas palabras sobre la humildad y la obediencia, así retrató un anónimo español del siglo XVI a Benito en un cuadro que se conserva en el monasterio de Leyre. Nacido en Nursia, en la Umbría, estudió en Roma, cuyo ambiente debió sentir tan amenazador para su fe que prefirió retirarse a la soledad para hacer vida ascética. En Subiaco, se le unen discípulos y funda doce monasterios de los que es superior.

Hasta que, después de graves vicisitudes ente las que no faltan la calumnia y un intento de envenenamiento, se instala en las alturas de Montecasino, entre Roma y Nápoles, y sobre las ruinas de un templo pagano levante el gran monasterio cuna de la orden benedictina. Allí escribe su famosísima regla que iba adoptar todo el orbe cristiano, modelo de espiritualidad y discreción, que es como uno de los documentos fundacionales de la antigua Europa.

Patrón de Europa le nombró precisamente el Papa Pablo VI, ya que su regla, por la que se rigen millares de monjes en todo el mundo, ha hecho que el patriarca del monacato occidental fuera uno de los grandes constructores de la personalidad europea; como Montecasino es nuestro símbolo de cultura cristiana, sobre cimientos paganos, arrasado por los bárbaros y destruido nuevamente en la Segunda Guerra Mundial, persistiendo en medio de las peores tormentas como una lámpara encendida por San Benito y que no se apaga.

Fuente: La casa de los Santos. Un Santo para cada día. Carlos Pujol

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