Conocido como «Príncipe de los profetas», «sol de Israel», Elías es originario de Tisbé, al otro lado del Jordán. Intérprete de la voluntad de Dios , instrumento de milagros, juez y reformador de su pueblo, maestro de la soledad, suyo es el privilegio excepcional de no morir, sino de ser arrebatado a las alturas por un carro de fuego.
Se ocultó durante la persecución de la fenicia Jezabel, esposa del rey Ajab, que favorecía la idolatría; y cuando Dios como castigo negó el agua a aquella tierra infiel, Elías compitió con los profetas de Baal en el Monte Carmelo; después de dejar que éstos fracasaran en sus intentos de atraer el fuego celestial para un sacrificio, la oración del santo hizo que descendiera milagrosamente el fuego de Yavé.
Los elementos de la naturaleza le sirven dialogan con él: primero es el fuego en el Monte Carmelo, luego la respuesta de Dios consiste en lluvia que pone fin a la sequía, y cuando ha de refugiarse en el Monte Horeb, perseguido por la infame reina, espera la voz de Dios, que no descubre ni en el viento impetuoso ni en el terremoto ni en el fuego, sino en la suave brisa. Dios evita los clamores para hablar a su elegido en un murmullo íntimamente. Al final, transmite sus poderes a Eliseo y mientras habla con su discípulo «he aquí que un carro de fuego con caballos ígneos separa a uno de otro, y San Elías sube al cielo en el torbellino». Este incombustible profeta de llama volverá a aparecer en Transfiguración del Monte Tabor, junto a Moisés, hablando familiarmente con Cristo.
Fuente. La casa de los Santos. Un Santo para cada día. Carlos Pujol.