Nació hebrea en Breslavia, pero esta fe la abandona a los 14 años. Tras sus estudios universitarios y cautivada por el «volvamos a las cosas mismas» de Husserl, Edith se convierte en discípula del filósofo. En Gotinga el contacto con Max Scheler y Adolf Reinach, ambos colegas católicos, derriba los muros de sus prejuicios racionalistas para presentarle la fe.
Logra el doctorado en filosofía, pero por ser mujer se veta su condición de docente universitaria. Más tarde es vetada por ser judía. Pero su sed insaciable de verdad nadie puede impedírsela. La encuentra tras pasar una noche entera leyendo Vida de Santa Teresa de Jesús. Al terminar el libro exclama «¡Esta es la verdad!». Compra un catecismo y un misal, los estudia. A los pocos día acude a misa y pide bautizarse. Regresa a casa y lo cuenta: «Soy católica, mamá». Ambas lloran.
Traduce a Santo Tomás, da clases, publica estudios filosóficos y defiende la igualdad de la mujer. El 14 de octubre de 1933 ingresa en el Carmelo de Colonia. Sor Benedicta de la Cruz escribe el ensayo Ser finito y ser eterno y estudia a San Juan de la Cruz. Al estallar la II GM comprende su destino. «Ven, Rose, hagámoslo por nuestro pueblo», dice a su hermana también carmelita tomándola de la mano. Santa Edith Stein Muere en el campo de exterminio de Auschwitz.
Fuente: La casa de los Santos. Un Santo para cada día. Carlos Pujol