Esta santa es una de las más improbables del calendario, siendo objeto de un recelo especial por parte de los hagiógrafos y la Congregación de Ritos suspendió su culto en 1961. ¡Se sabe tan poco de ella! En 1802 se descubrieron en la catacumba de Priscila los restos de una cristiana del siglo II protegidos por humildes tejas, con los símbolos habituales del ancla y la paloma y una inscripción: PAX TECUM FILOMENA, que la paz sea contigo, Filomena. Nada más.
Por suposición se creyó que era una mártir, sus reliquias se cedieron al pueblo de Mugnano, cerca de Nápoles, y allí fueron veneradas, atribuyéndose a la santa numerosos milagros. No obstante, la gran popularidad de que gozó Filomena se debió a la predilección que sentía por esta santa el cura de Ars, San Juan Bautista Vianney, quien en su parroquia hizo construirle una capilla especial y le atribuía todas las gracias extraordinarias que recibía, encomendándole que curase a enfermos y llevase a cabo otros prodigios.
Hoy somos más severos con ella que el santo párroco francés, pero tampoco existe una prueba decisiva de que aquella Filomena romana a quien se deseaba la paz hace dieciocho siglos, no fuese una santa, Santa Filomena, una cristiana cuya intercesión se manifiesta entre nosotros por la fe ardiente de las almas ajenas al estudio de la arqueología y de la historia. Por eso, le damos la bienvenida en el santoral.
Fuente: La casa de los Santos. Un Santo para cada día. Carlos Pujol.