13 de agosto. San Juan Berchmans (1599-1621)

Nacido en Diest, en lo que hoy es Bélgica, cerca de Lovaina, Juan era muy devoto, con un ambiente familiar que debió de ayudarle en este sentido (su padre y dos de sus hermanos se hicieron religiosos también. Estudió en Malinas, donde en 1616 ingresó en la Compañía de Jesús, forjándose ambiciosos proyectos misionales: quería ir a China. Para completar sus estudios se le mandó a Roma.

Era un novicio rebosante de bondad y serenidad, jovial y cumplidor, aunque sufriendo mucho por los rigores de la vida comunitaria, que él llamaba «mi mayor penitencia». Era un muchacho que tenía mucha prisa. «Si no me hago santo ahora que soy joven no lo seré nunca», decía, como si supiera que iba a tener poco tiempo. A los veintidós años un resfriado degeneró en una grave enfermedad, y en pleno mes de agosto, abrazado a la cruz, al Rosario y al libro de la orden («¡Con esto moriré contento!») moría del modo más edificante.

San Juan Berchmans es patrón de la juventud, en unión de los otros dos jóvenes santos jesuitas, San Luis Gonzaga y San Estanislao de Kostka. No nos cansamos de mirar el impresionante retrato, hecho sobre su mascarilla mortuoria, que se conserva en el convento romano de las benedictinas de Vía di Tor de Specchi. La gravedad de la miurada y la finura de los rasgos lo alejan de cualquier imagen convencional de piedad ñoña: tiene como un reflejo luminoso interior por el que se asoma a la cara algo tan profundo que convierte el rostro de un adolescente en espejo de lo invisible.

Fuente: La Casa de los Santos. Un Santo para cada día. Carlos Pujol.

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