27 de agosto. Santa Mónica (331-387)

Es la madre de San Agustín, quien en su gran libro de las Confesiones hace una emocionada descripción de Mónica. El santo, pecador y converso, no hubiera sido lo que fue sin ella, quien «tenía un corazón excepcionalmente bueno». La Iglesia honra en ella a todas las madres cristianas.

Nacida en Tagaste, hoy Argelia, de padres cristianos, casó con un pagano llamado Patricio, que la hizo sufrir mucho con sus infidelidades y brutalidad. Pero con humor, que también es virtud, y paciencia conquistó el «respetuoso afecto y la admiración de su marido», quien se hizo bautizar antes de morir.

El mayor de sus tres hijos, Agustín, era un joven brillantísimo y de inteligencia privilegiada, sin embargo, desesperó a su madre al verle perderse en la herejía maniquea y tomar una concubina. En el 383 madre e hijo viajan a Italia, y en Milán, gracias a San Ambrosio, se produce la tan esperada conversión. Santa Mónica no tardará en morir («mis esperanzas en este mundo ya se han cumplido»), y en las Confesiones el hijo narra el coloquio final de ambos en Ostia, junto al Tíber, «solos ella y yo frente a una ventana que daba al jardín de la casa donde vivíamos». El pintor romántico francés Ary Scheffer retrató la escena de aquel diálogo de alta espiritualidad con una belleza melancólica pues la madre estaba al borde la muerte.

Fuente: La casa de los Santos. Un Santo para cada día. Carlos Pujol.

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