28 de agosto. San Agustín de Hipona (354-430)

El más próximo de todos los Santos. El más humano porque vibró con todas las pasiones, inquietudes, curiosidades y anhelos de los hombres. Tal vez, la mayor inteligencia del santoral, así como su pluma más sensible y expresiva. Sólo hay un Agustín en toda la historia del mundo.

Africano de Tagaste, como su madre, Santa Mónica, muy pronto destacó por su especial talento, «muy elocuente y doctísimo», fue zarandeado por las tentaciones de la carne (vivió catorce años con una concubina con la que tuvo un hijo, Adeodato). Sus búsquedas intelectuales le hicieron extraviarse en el maniqueísmo, y cuando se traslada a Italia, como profesor de retórica en Roma y Milán, está confuso y atormentado. Su conversión, en la que influyeron su madre y San Ambrosio, contada inimitablemente en sus Confesiones, uno de los libros capitales de la Humanidad, le devuelve a África, donde funda un monasterio en el que vive un tiempo, luego el sacerdocio, se le elige obispo de Hipona, y como tal será durante treinta y cuatro años una de las lumbreras mayores de la Iglesia.

Interviene en concilios combatiendo las herejías más variadas, predica, es solícito con su grey, se ocupa de los pobres, administra justicia, aconseja a los dudosos en sus cartas, se muestra ejemplar en su vida y acude con sus escritos donde hace falta una visión profunda y espiritual de las cosas (como en su Ciudad de Dios). San Agustín, gran doctor de la Iglesia, es un genio que mezcla la claridad de la altura con un temblor humano que le hace fraternal.

Fuente: La casa de los Santos. Un Santo para cada día. Carlos Pujol.

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