Curiosa figura de seglar que gira en la órbita de San Jerónimo, de quien fue compañero de estudios en Roma, Pamaquio, fue miembro del senado, inmensamente rico, con grandes propiedades en el norte de África, parece que cristiano desde siempre y primo de Marcela, una de las damas del Aventino que dirigía el santo.
Contrajo matrimonio con Paulina, una de las hijas de Santa Paula. Años después la esposa moría de sobreparto y el viudo Pamaquio recibió dos cartas de pésame escritas por San Paulino de Nola y su antiguo condiscípulo San Jerónimo. Por éste sabemos que dedicaba sus riquezas a obras de caridad: «Me entero de que has edificado en el puerto romano un albergue para forasteros».
Pero «por el paterno amor con que te amo», le recuerda que «no se trata sólo de ofrecer a Cristo tu dinero, sino a ti mismo. Fácilmente se desecha lo que sólo se nos pega por fuera, pero la guerra intestina es más peligrosa, si ofrecemos a Cristo nuestros bienes con nuestra alma, los recibe de buena gana, pero si damos lo de fuera a Dios y lo de dentro al Diablo, el reparto no es justo». A San Pamaquio, ese gran señor, creyente y caritativo, que quizá reserva para sí el último reducto de la intimidad, Jerónimo le previene contra el orgullo, y le aconseja más que dar, darse.
Fuente: La casa de los Santos. Un Santo para cada día. Carlos Pujol.