1 de septiembre. San Josué y San Gedeón (Antiguo Testamento)

Dos caudillos que consiguen grandes triunfos para el Pueblo de Dios. Josué, el casto varón según las Escrituras, acumula prodigios victoriosos gracias a la Ayuda del Altísimo; Gedeón, juez de Israel, es el vencedor de los madianitas. En ambos casos las batallas las gana Dios, los hombres sólo contribuyen con su fe, a la que secunda el esfuerzo.

Josué derriba las murallas de Jericó con cánticos y detiene el curso del sol para que los suyos puedan imponerse al enemigo. Hay que dar vueltas a la ciudad cantando, hay que librar la batalla, pero es Dios quien hace el prodigio. La historia de Gedeón es aún más asombrosa. A Yavé le sobran tropas: «Es demasiada la gente que tienes contigo para que Yo entregue en tus manos a Madián, y se gloríe luego Israel contra mí diciendo: Ha sido mi propia mano la que me la librado». Yavé da todas las facilidades para que los combatientes abandonen, los selecciona hasta quedarse sólo con trescientos soldados de los treinta y dos mil iniciales. Así no cabe duda de quién gana la batalla. El Dios de Israel se ríe de las estadísticas, escarnece el cálculo de probabilidades, pisotea la lógica, no cree en el número, en la cantidad tranquilizadora, sino en la calidad de la fe de las almas. Esta calidad es patente en San Josué y San Gedeón.

Quizás en el número, en lo cifrable hay siempre una tentación diabólica, la de la seguridad humana, ¿Cuántas divisiones tiene el Papa? pregunta Stalin, pregunta diabólica y en el fondo necia, como todo lo diabólico.

Fuente: La casa de los Santos. Un Santo para cada día. Carlos Pujol

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