4 de septiembre. San Moisés (siglo XIII a. de C.)

Figura capital del Antiguo Testamento. Depositario de la promesa, fuerte varón que aguanta sobre sus hombros la Ley. Profeta, guerrero, legislador y libertador. El que habla con Dios en las tempestuosas alturas y saca al pueblo elegido de la esclavitud en medio de prodigios estupendos.

Dios ha elegido a aquella gente entre todas las razas, la guía y la protege, la hace libre y le anuncia cosas inimaginables. pero ellos murmuran y se quejan: «Al menos cuando éramos esclavos en Egipto comíamos todos los días». Echan de menos el cautiverio. A Moisés esta debilidad, mediocridad y cobardía le sublevan. Es un titán airado y sublime que sujeta las Tablas de la Ley que recibió en el Sinaí. Es un caudillo con una talla moral muy superior a la de la mayoría de los israelitas que le sigue.

Y como siempre la santidad está marcada por un intenso contraste para recordarnos lo que somos, y San Moisés morirá contemplando la tierra prometida desde el otro lado del Jordán. «Verás de lejos la tierra, pero no entrarás en la tierra que voy a dar a los israelitas». El signo final y humano de este gran capitán es la frustración. Dios permite que lo pueda todo salvo lo que más deseaba, y antes de ver a su Señor sin velos conoce el sabor del fracaso.

Fuente: La casa de los Santos. Un Santo para cada día. Carlos Pujol.

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