20 de septiembre. San Eustaquio (¿sigo II?)

Se le supone un general del emperador Trajano llamado Plácido, idólatra pero muy caritativo, que un día que andaba de caza por los alrededores de Tívoli persiguió a un ciervo que al verse acosado se volvió hacia él mostrando una cruz luminosa entre las astas (algo semejante se cuenta de San Huberto).

Plácido se convierte junto con su esposa y sus dos hijos, y cambia de nombre por el de Eustaquio, pero el descubrimiento de la fe va unido a un alud de desgracias que se abaten sobre la familia: pierden todas sus riquezas, tienen que salir de Roma, los esposos se ven separados en dramáticas circunstancias y en antiguo general da por muertos a sus hijos.

Tras aceptar la voluntad de Dios, vive dedicado a humildes quehaceres hasta que tiempo después el emperador le reclama para ponerle al frente de su ejército con el que consigue dos grandes victorias: una, militar, la otra personal: se reencuentra con toda su familia que estaba a salvo. Roma le recibe en apoteosis, pero al negarse a quemar incienso ante los dioses, San Eustaquio y los suyos sufren martirio y perecen. Lo que empezó por la práctica de una virtud natural conduce a un torbellino en el que habrá que darlo todo por lo que se cree.

Fuente: La casa de los Santos. Un Santo para cada día. Carlos Pujol

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