Nicolás es el Santo que da cosas materiales, palpables, comestibles incluso, porque a veces lo del pan nuestro de cada día es una petición literal y por eso se le invoca en los apuros económicos, como en la historia de la triple dote, que a escondidas proporcionó a tres doncellas cuyo padre, al no poder casarlas por insuficiencia económica, iba a dedicar a la mala vida.
Quizá por su advocación tan deseable este Santo, obispo de Mira, es el más popular del mundo, sobre todo para los nórdicos que esperan de él, ya como obispo o disfrazado de panzudo Papa Noel, Santa Claus, no sólo lo necesario para el cuerpo y el alma, sino también lo superfluo, como lo que sirve para jugar: dulces caprichos.
San Nicolás encarna la misericordia de Dios vista por lo ojos infantiles, de esos niños que somos todos. El Dios de amor que da la vida y la gracia. Él debe de sonreír entre sus barbas ante esos niños tontos, sin dejar de ser generosísimo con el pan, el dinero y las chucherías del vivir cotidiano que reparte en nombre de su Señor.
Fuente: La casa de los Santos. Un Santo para cada día. Carlos Pujol.