Lorenés nacido en Mirecourt, Pedro Fourier es el Santo de la Francia del este, un revuelto territorio fronterizo agitado por la Reforma y las ambiciones políticas. No pudo sustraerse a esos conflictos viéndose envuelto en ellos, aunque siempre guiado por la norma superior de apóstol: «Ganar una sola alma es más que crear un mundo».
A los veinte años se hace canónigo agustino regular en la abadía de Chaumozey, cerca de Epinal, recibe las órdenes sagradas y en 1589 estudio Teología en Pont-à-Mousson. Aunque brillante teólogo, elige la parroquia más oscura y difícil de los Vosgos: la aldea de Mattaincourt, mísera y abandonada, conocida por «la pequeña Ginebra» por los enormes progresos que los calvinistas han hecho en la comarca. Allí Pedro vivirá treinta años; y con sus sermones, su caridad y su ejemplo evangeliza y transforma milagrosamente la villa, funda una caja de socorros mutuos, pone paz entre los belicosos lugareños y organiza escuelas gratuitas llegando a ser comparado con San José de Calasanz.
Las escuelas para niñas conducen en 1598 a la fundación de la congregación de las canonesas agustinas de Nuestra Señora. En 1621, el obispo de Toul le encomienda también la reforma de los canónigos regulares. Al estallar la Guerra de los Treinta Años, la lealtad de San Pedro Fourier al duque de Lorena le mueve a desterrarse voluntariamente muriendo en el exilio del Franco Condado.
Fuente: La casa de los Santos. Un Santo para cada día. Carlos Pujol.