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22 de agosto. San Felipe Benicio (1233-1285)

Lo anecdótico de la vida de este santo es que no quiso ser papa, por eso, se le representa con un crucifijo en la mano y a sus pies la tiara pontificia. Felipe era florentino, estudió medicina en París, y a su regreso en Florencia en el año 1254 ingresó en la orden de los servitas, especialmente consagrada al culto de la Virgen. Fue superior general de su orden y adquirió notoriedad como predicador en Francia, Alemania y Países Bajos, contribuyendo a aumentar la devoción a Nuestra Señora. También intervino en el Concilio de Lyon (1274).

Cuando se lo propusieron se negó con la máxima obstinación a ser Arzobispo de Florencia. Mas aún, a la muerte de Clemente IV querían elegirle papa, ante lo cual, horrorizado, se apresuró a esconderse, consiguiendo evitar lo que consideraba una catástrofe para él. Quizá por obediencia hubiese tenido que aceptar, no lo sabemos, el caso es que Felipe escuchó a su voz interior y se negó al servicio que la Iglesia le solicitaba.

¿Humildad o cobardía? Dado que posteriormente, en 1671, se le canonizó y se le hizo patrón de su ciudad natal y de la orden de los servitas, pudiera ser que San Felipe Benicio obrara bien. Y seamos francos, nos gusta este desafiante símbolo del hombre de Dios que incluye entre las cosas humanas que rechaza nada menos que la dignidad de ser vicario de Cristo. A menudo, los santos se sitúan más allá de lo aconsejable, en un extraño territorio espiritual que tiene demasiada luz para que podamos verles bien y juzgarles.

Fuente: La casa de los Satos. Un Santo para cada día. Carlos Pujol.

21 de agosto. San Pío X (1835-1914)

Giuseppe Sarto ya era tenido por santo cuando era párroco, obispo y cardenal patriarca de Venecia. Como Papa fue muy amado por su bondad, su sencillez y su humildad. Siempre incomodó en medio de la pompa vaticana, recordando una y otra vez la pobreza de su origen y de su familia. Fue amigo de los pobres hasta desposeerse de todo, abrazando con gozo la pobreza tal como escribió en su testamento: «Nací pobre, he vivido pobre y quiero morir pobre».

Al mismo tiempo, activísimo y enérgico («sacerdote y fatiga son sinónimos», «restaurarlo todo en Cristo»), intransigente en la fe y en la defensa de la Iglesia. Mazazo al modernismo, actitud que los progresistas actuales aún no le perdonan, y mano tendida a los modernistas; férreo en los principios, pero «si él da un paso, usted dé dos», recomendaba al obispo del rebelde abate Loisy. Ser Vicediós es muy difícil, y sin duda, Pío X tuvo errores, porque no hay hombre de gobierno intachable.

Se le ha acusado de ser demasiado rígido en la doctrina, aunque según otros sólo cumplió dolorosamente con su deber. Los momentos de crisis no son para blanduras, y, acertado o no en sus métodos, San Pío X hizo siempre honor a su apelativo, el «Papa de los sobrenatural» y tuvo prioridades muy claras que son de santo: «El mal existe, pero antes de combatirlo en los demás tenemos que destruirlo en nosotros mismos».

Fuente: La casa de los Santos. Un Santo para cada día. Carlos Pujol.

20 de agosto. San Bernardo de Claraval (1090-1153)

Un joven borgoñón, hijo del señor de Fontaines, con arrebatada persuasión convence a sus hermanos, parientes y amigos, una treintena en total, para que ingresen todos juntos en el monasterio de Citeaux, próximo a extinguirse al poco de fundarse. Dos años después allí sobraban monjes, y Bernardo con doce de ellos es enviado a la Champaña, para fundar Claraval en donde gobernaría como abad hasta su muerte.

Desde aquel rincón de Europa los cistercienses se extenderán por todas partes, y su abad se convierte en la mayor figura pública de este siglo; además de fundar más de setenta monasterios, predica sin descanso, amonesta a reyes y papas, asiste a concilios, combate herejías, reprime cismas, combate los abusos eclesiásticos, interviene como árbitro en litigios políticos, es el apóstol de la segunda cruzada y aún encuentra tiempo para escribir multitud de cartas y ser un gran teólogo. Pío VIII le incluyó entre los doctores de la Iglesia.

Hombre de hierro, de incansable actividad, pero de salud quebradiza, espíritu contemplativo y alma dulcísima y efusiva que se ganó merecidamente el sobrenombre de Doctor Melifluo, el de palabras de miel, (una colmena es su emblema). Un duro que rebosa caridad, un combatiente cuyo «paraíso», como él mismo decía, es el claustro, enamorado de la soledad y de la oración, comentarista del Cantar de los Cantares, «el capellán de la Virgen» por su devoción mariana, plasmada por Dante:

Y la Reina del Cielo por la que ardo

en amor nos dará toda merced,

porque yo soy su fiel Bernardo.

Fuente: La casa de los Santos. Un Santo para cada día. Carlos Pujol.

19 de agosto. San Juan Eudes (1601-1680)

Pertenece a la generación que está a caballo entre los reinados de Luis XIII y Luis XIV, cuando Francia, después de salir de la tragedia de las guerras religiosas, ve florecer una edad de oro de la fe y la cultura cristianas. Tras estudiar con los jesuitas, en 1623 Juan se hace sacerdote del Oratorio dedicándose a las misiones populares: predica, confiesa, reza mucho y cuida de los apestados.

En toda Francia, pero sobre todo en las zonas rurales, abunda la ignorancia, el abandono, la calamidad. Juan Eudes va restañando heridas cada vez más consciente de la gravedad de la situación. No tiene el brillo de un Francisco de Sales o un Vicente de Paúl, no deja leyenda y literatura tras de si, no es más que un normando brusco y testarudo sin el don de la simpatía, pero empujado por una irresistible fuerza espiritual cumple obstinada y oscuramente con su deber.

En 1643 funda la congregación de Jesús y María, los «eudistas», que ante el mal mayor de la falta de formación del clero, y para establecer la piedad y la santidad entre los sacerdotes, organizan y dirigen seminarios. Más de un obispo pone trabas al proyecto, los jansenistas desatan calumnias y persecuciones contra la iniciativa. San Juan Eudes sigue su camino con paciencia y sin dejarse desviar. Sabe que no es un genio, que su obra está destinada a no complacer a todo el mundo, que cada día del fundador es una cruz, pero cree en la necesidad de su ingrata tarea, y eso le basta.

Fuente: La casa de los Santos. Un Santo para cada día. Carlos Pujol.

18 de agosto. Santa Elena (250-330)

Nacida en Drepanum, junto al Bósforo, Elena era de origen humilde, quizá criada en una hospedería. Su belleza debió de cautivar a un oficial romano famoso por la palidez de su cara, Constancio Cloro, y vivió con él en diversas guarniciones del imperio. De esta unión nacería en un lugar de la actual Serbia el futuro emperador Constantino.

Repudiada en el año 292, casi nada se sabe de ella hasta que Constantino empieza a reinar en el 306, llama a su madre a la corte de Tréveris y la colma de honores dándole el titulo de «augusta» y haciendo que se acuñen monedas con su imagen. Aunque ignoramos cuándo se convirtió, por este tiempo era ya cristiana y se sabe que erigía muchas iglesias y daba sonados ejemplos de humildad y caridad.

Llegamos a su vejez, el emperador dista mucho de ser cristiano, pero protege a la Iglesia, y la respetadísima emperatriz madre decide entonces peregrinar a Tierra Santa, donde funda una basílica en el Monte de los Olivos y otra en Belén. Empeñada en encontrar la vera Cruz, parece que Santa Elena finalmente lo consiguió en Jerusalén, y dividida en pequeñas porciones las repartió por toda la Cristiandad, dando al mundo esta singular reliquia del Hijo de Dios encarnado, metido en la geografía y en la historia, muerto por los hombres en dos tangibles pedazos de madera.

Fuente: La casa de los Santos. Un Santo para cada día. Carlos Pujol.

17 de agosto. San Jacinto de Cracovia (1185-1257)

Es el santo nacional de los polacos, Jacinto nació en un castillo de la Silesia, estudió en Praga, Bolonia y París hasta doctorarse en Derecho y Teología; fue vicario general en la diócesis de Cracovia, regida por un tío suyo, quien dispuso que le acompañase en un viaje a Roma. Allí, los polacos quedaron atónitos al oír predicar a Santo Domingo, y este hecho influyó en Jacinto para hacerse fraile predicador en 1217.

Como dominico empieza a fundar conventos. El primero en Cracovia, pero no tarda en lanzarse a la gran aventura de evangelizar las tierras de idólatras semibárbaros que hay en el este de Europa. Recorrió Prusia, llegó hasta el Báltico, donde una de sus fundaciones fue origen de la ciudad de Danzig, y luego predicó por Suecia y Noriega. Más lejos aún: Moscú y Kiev, quizás el Mar Negro y una parte de Grecia, posteriormente, Danubio arriba, Bulgaria y Hungría. Los tártaros arrasan Kiev y le obligan a replegarse.

Tras cuarenta años de viajes apostólicos, murió en su convento de Cracovia. Desde la Polonia fronteriza con la barbarie, San Jacinto hizo irradiar el Evangelio hasta los últimos confines de Europa, no siempre con logros duraderos, pero su espíritu de conquista para la fe consolidó el cristianismo en su patria al proyectarlo hacia el mundo exterior.

Fuente: La casa de los Santos. Un Santo para cada día. Carlos Pujol.

16 de agosto. San Esteban de Hungría (975-1038)

Esteban, bautizado en su adolescencia, era hijo de un duque y al quedar huérfano recibió del Papa Silvestre II la corona real siendo el primer rey de Hungría. Puso todo su empeño en cristianizar, consolidar y pacificar el país, y así su santidad personal se funde con la forja de un pueblo. Murió un 15 de agosto, en la fiesta que él llamaba «la Gran Dama de los Húngaros».

No son pocos los reyes del santoral: Fernando de Castilla, Luis de Francia, el alemán Enrique, Wenceslao de Bohemia , Eduardo el Inglés, Casimiro de Polonia, y no obstante debe de ser difícil. Política, espíritu, pompa y pobreza, ¿es todo esto conciliable? La tradición presenta a San Esteban levitando durante sus rezos, tal era el encendido fervor de sus oraciones, rasgo frecuente en la historia de otros hombres de Dios. Pero no sólo él, sino también su tienda en la que se encontraba, es decir, también su morada, lo que rodea y le alberga, también Hungría. Como si formara parte de la santidad del monarca la elevación de su reino.

¿Hay que incluir entre los deberes de un rey santo que haga santo a su país? Parece que sí. En su ascensión personal hacia Dios, San Esteban de Hungría no puede presentarse él solo, ha de llevar consigo al país, como el padre de familia a los suyos.

Fuente: La casa de los Santos. Un Santo para cada día. Carlos Pujol.

15 de agosto. Asunción de la Virgen

La Virgen de Agosto, así llamada popularmente es la festividad de la asunción de Nuestra Señora. La Santísima Virgen, con el superlativo que le es propio, muerta o dormida, según el amor filial de los orientales, y luego elevada a los Cielos para preservarla de la corrupción, glorificando antes de que resucite toda carne el cuerpo en el que se había encarnado el Hijo de Dios.

Es el más reciente de los dogmas marianos, proclamado como tal por Pío XII en 1950, pero con una larguísima historia de fe de la Iglesia que se remonta al siglo IV; poco después se celebra ya en Oriente la llamada Dormición de Nuestra Señora, y la liturgia occidental tenía ya esta fiesta hacia el año 600.

Las controversias de la edad moderna y sobre todo la oposición de los jansenistas, siempre tan poco marianos y tan poco católicos, hizo surgir un ejército de defensores de este privilegio de la Virgen: Suárez, Bossuet, San Francisco de Sales, San Alfonso María de Ligorio… Pintores espléndidos de pompa triunfal como Rafael, Murillo, Tiziano, Rubens

Hasta que el convencimiento de siglos se hace dogma. Reflejo en su propia madre de la ascensión de Jesucristo, María se anticipa abriendo el camino a toda la Iglesia en su glorificación final.

Fuente: La casa de los Santos. Un Santo para cada día. Carlos Pujol.

14 de agosto. San Maximiliano Kolbe (1894-1941)

Fines de julio de 1941. En Auschwitz ha habido una fuga, y como represalia se elige al azar a unos cuantos prisioneros para que mueran de hambre. Uno de los designados es el sargento polaco Franciszek Gajowniczel, padre de familia. Entonces, alguien se adelanta ofreciéndose a ocupar su lugar. Soy «sacerdote católico», dice. Se llama Maximiliano María Kolbe. Días después, tras habérsele inyectado un veneno, muere consolando a sus compañeros agonizantes en vísperas de la fiesta de la Asunción.

El preso número 16670 de Auschwitz era un franciscano polaco nacido en Zdunska Wola, cerca de Lodz, que se ordenó en Roma en 1918 y que posteriormente se dedicó en su país al apostolado mariano: la revista El caballero de la Inmaculada y otras iniciativas análogas. La Gestapo le detuvo en 1939, a los pocos meses fue puesto en libertad y en 1941 se le volvió a detener para deportarle Auschwitz.

San Maximiliano Kolbe, de canonización tan próxima (octubre de 1982), es un contemplativo de los que parecen dedicados a lo que el mundo llama músicas celestiales. El llamado Loco de la Inmaculada se encontró en un lugar donde la historia se hace tragedia, y fue él, el fraile que vivía en las nubes, quien cambió su vida por la de un hombre desconocido que iba a morir. De no haber dado un paso al frente, nadie se lo hubiera reprochado. «Mártir de la caridad», como le llamó Pablo VI, no podía conformarse con rezos y palabras, el amor tenía que probarlo, como dice el Evangelio, dando la vida por sus amigos.

Fuente: La casa de los Santos. Un Santo para cada día. Carlos Pujol.

13 de agosto. San Juan Berchmans (1599-1621)

Nacido en Diest, en lo que hoy es Bélgica, cerca de Lovaina, Juan era muy devoto, con un ambiente familiar que debió de ayudarle en este sentido (su padre y dos de sus hermanos se hicieron religiosos también. Estudió en Malinas, donde en 1616 ingresó en la Compañía de Jesús, forjándose ambiciosos proyectos misionales: quería ir a China. Para completar sus estudios se le mandó a Roma.

Era un novicio rebosante de bondad y serenidad, jovial y cumplidor, aunque sufriendo mucho por los rigores de la vida comunitaria, que él llamaba «mi mayor penitencia». Era un muchacho que tenía mucha prisa. «Si no me hago santo ahora que soy joven no lo seré nunca», decía, como si supiera que iba a tener poco tiempo. A los veintidós años un resfriado degeneró en una grave enfermedad, y en pleno mes de agosto, abrazado a la cruz, al Rosario y al libro de la orden («¡Con esto moriré contento!») moría del modo más edificante.

San Juan Berchmans es patrón de la juventud, en unión de los otros dos jóvenes santos jesuitas, San Luis Gonzaga y San Estanislao de Kostka. No nos cansamos de mirar el impresionante retrato, hecho sobre su mascarilla mortuoria, que se conserva en el convento romano de las benedictinas de Vía di Tor de Specchi. La gravedad de la miurada y la finura de los rasgos lo alejan de cualquier imagen convencional de piedad ñoña: tiene como un reflejo luminoso interior por el que se asoma a la cara algo tan profundo que convierte el rostro de un adolescente en espejo de lo invisible.

Fuente: La Casa de los Santos. Un Santo para cada día. Carlos Pujol.